HOY ESCRIBO EN MI ARBOLEDA, las palabras, solas, manan,
me miran, frente a mis ojos,
y mis ojos las taladran.
Las sombras sueñan conmigo,
la pluma, rama dorada,
escribe en colores verdes,
porque verde, aquí, es mi estancia.
Palabras para un poema,
¡mirad, mirad, qué palabras!
serán canciones, olvidos,
entre rosas engarzadas.
Sí, ya sé… ¡sólo son eso,
sé que son sólo… palabras!
Ved…Cuando nace el amor,
a través de las miradas,
¿No son espinas de hierro,
no son fuego, taladradas,
no son, como arena ardiente,
las palabras pronunciadas?
¡Ay, del poema, mis manos,
fueran palabras sagradas,
hechas en dardos de fuego,
y en el alma me quemaran!
Por eso yo, en mi poema,
buscaré sólo palabras,
como rosas encendidas,
entre arboledas del alma.
me miran, frente a mis ojos,
y mis ojos las taladran.
Las sombras sueñan conmigo,
la pluma, rama dorada,
escribe en colores verdes,
porque verde, aquí, es mi estancia.
Palabras para un poema,
¡mirad, mirad, qué palabras!
serán canciones, olvidos,
entre rosas engarzadas.
Sí, ya sé… ¡sólo son eso,
sé que son sólo… palabras!
Ved…Cuando nace el amor,
a través de las miradas,
¿No son espinas de hierro,
no son fuego, taladradas,
no son, como arena ardiente,
las palabras pronunciadas?
¡Ay, del poema, mis manos,
fueran palabras sagradas,
hechas en dardos de fuego,
y en el alma me quemaran!
Por eso yo, en mi poema,
buscaré sólo palabras,
como rosas encendidas,
entre arboledas del alma.
Eulogio Díaz García
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